viernes, 27 de marzo de 2009

En Japón están muy preocupados…

… por la baja natalidad y la inexistencia de medidas de conciliación de la vida familiar y laboral. Por eso la principal patronal del imperio asiático ha decidido promover la celebración de un día de “irse rápido a casa”, es decir, de un día en el que no se trabajen las 12 horas diarias que reconoce trabajar allí hasta el 11% de la población activa.

Empresas como Canon ya han recogido el guante incorporando un día semanal de “irse rápido a casa” para que las familias japonesas puedan tener más hijos. La tasa de hijos por mujer está allí en 1,3, igual prácticamente que la española.

No es un consuelo pensar que hay países desarrollados con un sistema empresarial que trata a las familias igual o peor que España. Pero para animarse no está mal pensar en ello un viernes por la tarde.

lunes, 23 de marzo de 2009

Hasta un niño se da cuenta

Viendo ayer la tele con mi hijo de 8 años fui perfectamente consciente de cómo se perpetúan en la publicidad los roles de los sexos. Y lo más curioso es que yo pasaba por el anuncio sin enterarme, tan acostumbrada debo estar a que los creativos de los anuncios de detergentes se dirijan a mi. Es la última propuesta de Ariel. En el anuncio es la cara de un hombre la que se ve por el ojo de la lavadora, es decir, que es un hombre el que la pone; pero es a las mujeres a las que los resultados nos van a dejar "heladas". La ética y la estética hacen que la compañía se decida por la imagen de un hombre, más correcta politicamente que la de una mujer. Pero las ventas hacen que la misma compañía se siga dirigiendo a la mujer, que en el fondo somos las que seguimos lavando.

Lo que más me joroba es que no fui consciente de la operación de imagen de Ariel hasta que mi hijo hizo un comentario sobre el anuncio. Claro, me dijo, es que son más las mujeres que lavan, los hombres hacen más otros trabajos porque vosotras no tenéis tanta fuerza, refiriéndose en concreto a la jardinería. Huelga decir que enseguida le expliqué que las mujeres y los hombres servimos por igual para los trabajos de jardinería y de lavado. Se lo expliqué todo con cierto éxito y por ahora creo que sigue pensando que todos somos iguales. A ver si soy capaz de mantener este pensamiento durante los próximos... diez años??

miércoles, 11 de marzo de 2009

Y aún vamos a perder más con la crisis

Dicen que las mujeres llevamos las de perder con la crisis.

Las decisiones económicas de Europa están siendo tomadas por hombres. No hay mujeres en la dirección de ninguno de los 27 bancos centrales europeos.

Tiempo al tiempo, pero diría que la avalancha de paro nos va a hacer retroceder en el ámbito laboral. Volverán las actitudes abiertamente machistas.

martes, 10 de marzo de 2009

Se nos acaban hasta las abuelas

La conciliación es un problema que hasta ahora estamos resolviendo fundamentalmente las mujeres, destinando nuestros salarios a la ayuda en el domicilio, duplicando la jornada, apoyándonos en las abuelas o incluso llevando a los niños al trabajo cuando ya no hay otra salida (no me sorprende saber que es lo que hace un 11% de las mujeres trabajadoras ante los imprevistos). Eso es lo que pasa en los países en los que, como en España, no hay apoyo a las familias.

Más de la mitad de las familias españolas de ahora se apoyan en las abuelas-canguro. Y lo malo es que esta cómoda solución (cómoda para el Estado, quiero decir, no para las familias ni para las abuelas) no va a ser factible más que para nuestra generación, porque en la próxima las abuelas también trabajaremos y ya no podremos hacernos cargo de nuestros nietos, ni ir a buscarlos al colegio, ni quedarnos con ellos mientras no llega del trabajo a las nueve de la noche el primero de los padres. Pero bueno, al ritmo que vamos para entonces ya no habrá este problema, sencillamente porque para entonces las mujeres ya no tendrán ni siquiera los 1,3 hijos que tenemos ahora por cabeza. Nuestras hijas pensarán que no vale la pena responder a la llamada de la maternidad porque nadie se lo merece, ni el Estado, ni las empresas, ni los padres. Que los tengan ellos, venga ya.

lunes, 9 de marzo de 2009

Como ayer fue el día de la Mujer Trabajadora...












....yo hago mi particular homenaje a la mujer-madre.





Quedarse en casa

Admiro a las mujeres que habiendo trabajado fuera deciden trabajar en casa. Hasta diría que las envidio un poco.

Ellas lo decidieron sin dudad en contra de su entorno. Somos así de inconsistentes. Por un lado estamos peor pagadas; vemos dificultada nuestra inserción laboral y carrera profesional; temen contratarnos si estamos en edad fértil; y nos vemos obligadas a demostrar dos (o tres) veces nuestras capacidades. Pero por otro resulta que nos quedamos en casa porque se vive como dios; damos la razón a los machos que piensan que nuestro sitio está en casa; es genial porque dejamos de robarles un puesto de trabajo, y más todavía en época de crisis; renunciamos a nuestra realización personal; y participamos voluntariamente en una vuelta atrás de los grandes logros sociales obtenidos por la mujer hasta hoy. Sea como sea lo hacemos fatal. Si trabajamos porque lo hacemos, y si no porque lo dejamos de hacer.

Según el CIS el 17% de las mujeres trabajadoras dejan de serlo cuando llega el primer hijo. Respeto mucho esa decisión, pero siempre que sea tomada libremente por ambos miembros de la pareja, y sobre todo no implique de forma automática la transmisión a los hijos de una educación sexista.

Y es que cuando la mujer está en casa es tremendamente fácil recuperar los viejos estereotipos de ella poniendo las zapatillas y el esperando impaciente por la comida. Para esto es vital la valoración del trabajo que la mujer realiza en casa, y la asunción, por parte de la pareja, de que la jornada laboral tiene el mismo límite horario para ambos, y de que ambos deben disfrutar de iguales descansos semanales, de iguales períodos vacacionales.

Ya decía que respeto mucho la decisión de la mujer de hoy de quedarse en casa. Pero lo que espero es poder decir muy pronto que respeto también la decisión del hombre español de quedarse en casa, una posibilidad que, obviamente, en el estudio del CIS ni tan siquiera se menciona.

Fecundidad y valores en la España del Siglo XXI, CIS.

PREGUNTA A LA MUJER: La maternidad, ¿Ha afectado a tu trabajo?

Sí, me obligó a reducir la actividad: 27%
Sí, tuve que interrumpir mi trabajo todo un año: 27%
Sí, limitó mis oportunidades de promoción: 21%
Sí, dejé de trabajar por ello: 17%

viernes, 6 de marzo de 2009

Los peques, a la guarde

Cuántas hemos llorado a mares al dejar por primera vez a nuestros niños en las guardes, y cuántas van a llorar todavía. Porque hoy tener un hijo es sinónimo de guardería desde los 4 meses si no se tienen abuelos-canguro o los recursos suficientes para una cuidadora en casa (cuidadores, hasta el momento, no conozco).


Mis primeros días fueron terribles. Lloraban los niños, lloraba yo, y cuanto menos lloraban ellos más lloraba yo, porque el dolor de la madre nunca desaparece a no ser que una logre acostumbrarse y ya ni sea consciente de lo que le duele. Cuando los llevas por primera vez lloras a mares por tener que dejarlos, tan pequeños, solitos e indefensos. Cuando se van acostumbrando lloras precisamente porque se van acostumbrando, los muy desalmados. Y finalmente cuando protestan porque los vas a recoger lloras porque te das cuenta de que prefieren a las cuidadoras más que a ti misma. Entonces además de llorar te sientes terriblemente abandonada, culpable, triste y desolada, hasta que llegas a la conclusión de que es ley de vida, que ahora los hijos se nos van a partir de los 4 meses. Cuando nacen caes de golpe en la cuenta de que trabajar y tener hijos en un país que no apoya a las familias tiene ese pequeño inconveniente.


Nuestra generación se quedaba en casa con mamá, los hermanos, los vecinos y los primos hasta los 6 años, que es cuando empezábamos el colegio. Ahora los enviamos a las guarderías con meses y a las escuelas infantiles con 3 años, y nos consolamos diciéndonos mil veces que les viene genial, que así aprenden y socializan, en una sociedad en la que los niños no tienen hermanos ni vecinos, y si me descuido ya ni tan siquiera primos. Claro. Mejor los socializamos en las guarderías con extraños, y cuanto antes mejor para que se hagan más fuertes y resistentes a los virus. Ese es el mensaje que nos envían una y otra vez para que no nos sintamos madres-cuervo, como dicen en Alemania. Por supuesto nadie nos sugiere otras soluciones porque lo primero que tendrían que reconocer es que en España son imposibles.

Porque a ver, cómo harán las francesas, las mejor tratadas de Europa, que sí son libres de elegir si prefieren incorporarse a las 16 semanas, reducir la jornada laboral o quedarse unos meses más con sus bebés, cosa que pueden hacer porque cuentan con el respaldo social necesario y económico del Estado. O las suecas y las noruegas, que disponen de hasta 2 años de baja maternal sin que se resientan sus trabajos.


Yo no creo que por dedicar 6 ó 12 meses en exclusiva a nuestros hijos las mujeres tengamos necesariamente que perder terreno en nuestra carrera profesional, ni que esta petición sea sexista. La clave del avance social y la verdadera liberación de la mujer está en que esto no tenga que ser así. Quedarme unos meses con mis hijos para mi hubiese sido lo mejor. Tener y poder disfrutarlos, y ellos tenerme y poder disfrutarme. Sus primeros años no hubiesen sido tan dolorosos para mi.

Una encuesta del CIS, que no siempre miente, digo yo, dice que el 64,8 por ciento de los españoles considera que en ningún caso los niños menores de un año deben criarse en guarderías, lejos de la familia. Yo me incluyo en ese porcentaje. Reivindico el derecho de los padres -que no sólo de la madre- a poder elegir cuándo quieren que sus hijos empiecen a socializarse, entendiéndose que poder elegir implica necesariamente tener los apoyos económicos, sociales y laborales que hagan de esta elección un acto verdaderamente libre.

jueves, 5 de marzo de 2009

Cinco horas diarias

Las mujeres de Galicia dedicamos una media de cinco horas diarias a las labores del hogar y la atención de la familia, es decir, al trabajo silencioso y no remunerado. Si a ésto añadimos las ocho horas que como mínimo trabajamos fuera y los ratos que pasamos desplazándonos, duchándonos y durmiendo, obviamente el resultado es que para nosotras, para nosotras de verdad, ya no queda tiempo, a no ser que se lo sisemos a las estrellas.

Claro. Ahora me explico esa continua sensación de no tener ni un segundo para nada que no sean ellos (en el trabajo) o ellos (en casa). Una conocida y algo amiga mía, Mª Xosé Rodríguez Galdo, profesora de la Universidade de Santiago, publicó no hace mucho los resultados de un amplio estudio sobre Familia, cuidados y trabajo no remunerado. El uso del tiempo en los hogares de Galicia, que no hace más que reafirmarme en mi cabreo existencial, en algo que, sin haberlo yo estudiado, mira tu, ya sabía desde hace mucho tiempo.

Dice el estudio dirigido por Mª Xosé que las mujeres dedicamos a la casa y los hijos casi el doble de tiempo que los hombres. Y que además el trabajo en el hogar está segmentado, que es la forma elegante de decirnos que mientras nosotras nos centramos de manera prioritaria en la casa, los niños y los mayores, los hombres tiran más a la jardinería, las averías y los animales domésticos. Osea, que damos el doble, y que seguimos permitiendo que sean ellos los que rieguen, cambien las bombillas y se sienten en la sala a mirar las instrucciones por si pueden arreglar el ventilador, mientras nosotras preparamos la cena, cargamos el lavavajillas, bañamos a los críos y por el camino preparamos la ropa para el día siguiente.

La única esperanza -dice Mª Xosé- es que en los más jóvenes se percibe una cierta tendencia a que los chicos compartan en mayor medida las labores tradicionalmente femeninas. Esto es, que nuevamente lo que vengo percibiendo desde hace años, que aún tienen que pasar dos o tres generaciones completas para que realmente las mujeres podamos sentirnos contentas de habernos incorporado al mundo laboral.

Si mi madre levantase ahora la cabeza estoy segura de que se sentiría terriblemente orgullosa de mi, de verme profesionalmente establecida y con tres pequeños hombrecillos en mi casa. Pero a mi me resultaría muy difícil encontrar las palabras para explicarle mi decepción. Porque lo único que ella me repitió a lo largo de mi vida, en todas las etapas de mi vida, fueron las advertencias de lo que pasaría si no me formaba lo suficiente para poder ganarme bien la vida. Eso era lo que ella quería porque no lo tenía. Pero no me explicó que tendría que hacer lo que ella hizo, criar a cinco hijos, al mismo tiempo que competía para lograr mi trabajo, para poder tener el mismo salario, para no ser menospreciada, para ser ascendida a iguales méritos.

Conste que no creo que las super-mujeres hoy nos estemos arrepintiendo de lo hecho con nuestra vida. Yo lo que hago es protestar, aportar lo poco o mucho que pueda para que nuestras hijas no tengan que esperar aún esas dos o tres generaciones de las que hablaba. Si somos muchas las que protestamos quizá podamos conseguir que nuestros hijos abran los ojos y vean por fin la realidad que no están viendo sus padres.

miércoles, 4 de marzo de 2009

A las que hacéis doblete





Estoy cabreada y acabo de decidir la creación de este blog.

Lo escribo para mi y para todas las que, como yo, hacéis doblete y estáis hartas.

Hartas de sentiros culpables cada vez que llegáis a casa de trabajar y está todo por hacer. Hartas de sentiros fatal cada vez que en el trabajo os ponen mala cara porque tenéis que salir corriendo a llevar al más pequeño al pediatra, otra vez con su eterno virus de estómago. Hartas de ver con impotencia cómo en el colegio los profesores susurran a vuestro paso porque casi nunca podéis asistir a las reuniones. Y hartas de que por las noches (o mañanas) la pareja siga protestando porque a su camisa nueva se le han rozado los puños en la lavadora, y porque aún no le habéis preparado la lista de la compra, por supuesto especificando hasta la marca de los cereales, para que no aparezca con los muy-azucarados-borrados-del-mapa-por-insanos.

Obviamente las cosas han cambiado muchísimo, ahora ellos hasta ayudan...

Yo tengo una pequeñísima empresa (en el trabajo) y familia numerosa (en casa). Mis tres hijos son sin duda ninguna mi mejor legado. Les dedico todo el tiempo que puedo... y que me permite mi pequeñísima empresa, porque sin mi trabajo en la empresa no llegaríamos a fin de mes, y además porque hay que rentabilizar todos los años invertidos en estudios, en formación, en el sueño de comerse el mundo y de cambiar la vida que tuvieron nuestras madres.

Porque efectivamente somos muy diferentes a nuestras madres, vaya si lo somos. Y es que ahora además de atender la casa y los niños también traemos dinero, que eso da independencia y muchísima libertad, ya sabes.